En su búsqueda de talento por países subdesarrollados, el señor Tommy Mottola-Carey terminó en nuestro país del Sagrado Corazón. Guiado por su pundit en tierras muiscas (el guachimán de la compañía, el señor Weimar Chipatecua, oriundo del barrio Tibabuyes), don Mottola terminó en la localidad de Suba. Allí hizo amistad con un carnicero, José Tibaduiza, apodado «El gordo» por sus compañeros de pochola, pachanga, banquitas y turmequé. El joven José, hijo del amigo de infancia de Chipatecua, tenía como afición, al igual que sus amigos hinchas de Santa Fe, rapear sobre su devoción por el equipo albirrojo y su odio por Millonarios, Nacional, América, el Deportivo Cali, el Alianza Petrolera y el Cóndor. Cuando, tras su visita a Suba, Tommy Mottola-Carey salía en su 4×4 blindada hacia su exclusiva habitación en un respetado hotel del norte de Bogotá, escuchó de pura casualidad a José Tibaduiza rapeando. Mottola comprendió en poco tiempo que este joven carnicero prolífico en tejido adiposo sería la solución a su problema de estrellas latinas en el competido mundo del hip-hop y el rap. Le pagó unas clases de inglés superintensivo en el Instituto Meyer (enseña) para que lograra comprender el idioma de Compton, y más adelante lo llevó a vivir el sueño americano. El genio de los negocios musicales, a sabiendas de que el nombre «José Tibaduiza» no sólo iba a ser muy largo para los estándares del ghetto, sino que sería complicado de pronunciar para Kurt Loder y cualquier host de los MTV VMA, decidió acortarlo. Utilizó su apodo (el Gordo) y su nombre (José), y al traducirlos quedó como Fat Joe, la estrella de hip hop más paila de los últimos años.

Listener supported: Rico suave (Gerardo, otro ejemplo del rap latino exportado a las Yunaís)