El don de Juan
Rodrigo Parra Sandoval
Bogotá: Siruela, 2002
182 p.

Ya en la primera página, el narrador anuncia una influencia clara de su obra: La película de Andy Warhol que filma a un hombre durmiendo. Al tomar esa imagen y convertirla en el leitmotiv de Luis Mejía para comenzar a contar la historia de amor entre Juan y Carolina, el escritor bogotano recuerda el Viaje alrededor de mi habitación del francés Xavier de Maistre, escrito “cuando estuvo en prisión a consecuencia de un duelo, y que cuenta sus visitas en diagonal o haciendo zig zag a sitios tan divertidos como el sillón, el escritorio o la cama”[1],
dando a la novela desde un inicio un parentesco con otras novelas cuyo manejo de intertextualidad dentro de sí mismas les ha permitido estar en una tradición “manchega”, utilizando el término de Carlos Fuentes
[2]: El Tristram Shandy de Sterne, las Memorias póstumas de Machado de Assis, Jacques el fatalista de Diderot y, por supuesto, Don Quijote. El uso de lo mediático se convierte para Parra Sandoval en la forma de dar a Luis Mejía la manera de contar la biografía de Juan, a partir de una clara intertextualidad entre el personaje ficticio (Juan), las obras también ficticias de Juan y los videos de Luis como una inserción del narrador dentro de la vida de Juan, una forma de reafirmar el poder del imaginador con respecto a lo que escribe aunque lo que escriba sea “real” (Juan).


Esta narración intertextual permite que, durante el transcurrir de la novela, se presenten desvíos de la trama inicial, pasando de la vida de Carolina y sus embarazos (que me atrevo a interpretar como una metáfora de una sociedad que procrea demasiados hijos con destinos prefigurados, los cuales se desvían de la idea original y buscan el destino por sí mismos, a través del desvío que se toma en medio del viaje) a la biografía de las cenicientas, a la descripción de las películas y los clips (interesantes en tanto que reducen el tiempo de “lectura”: Del tiempo variable de la narrativa se pasa a las dos horas de una película y de ahí a los clips de menos de media hora. Necesidad de lo ágil y lo efímero para poder expresar el caos postmoderno) y, desde ese desvío, continuar con el camino supuestamente principal de la narración, el cual se continuará desviando a través de la novela con digresiones del narrador mezcladas con clips y con su propia vida, que continúa inserta dentro de la supuesta biografía de Juan.

En su novela En las montañas de Holanda, el neerlandés Cees Nooteboom escribe, con respecto al problema de los caminos:

Siempre me ha intrigado que, en holandés, la palabra weg, camino, también signifique afuera, ausencia. En español el camino no es sólo la carretera sino también el viaje. Un viaje también es, por definición, la ausencia del lugar del que has partido.[3]

En cierta forma, la novela de Parra Sandoval busca ese camino de ausencia como una atalaya para ver el mundo de forma más voyeurista, más caótica, más cercana a la mente del personaje, del autor y del narrador, más urbana.


[1] Sontag, Susan. “Memoria póstuma: el caso de Machado de Assis”. Quimera 8 (1991): 37.
[2] Fuentes, Carlos. Machado de la Mancha. México: Fondo de Cultura Económica, 2001, 11.
[3]
Nooteboom, Cees. In The Dutch Mountains. Harmondsworth: Penguin, 1984, en Reiss, Timothy J. “Introduction: Literature and the Idea of Europe”. PMLA 108.1 (1993): 24. La traducción es mía.